jueves, 3 de mayo de 2012
CAPÍTULO 11. LOS VECINOS IMPARES. IV La naturaleza de Clementina
Clementina no fue consciente de que alguien manipulaba su cuerpecito. Sólo percibió unas manos grandes que primero liberaron uno de sus brazos y luego otro del peso del paño empapado. Las mangas del abrigo que chorreaban agua rozaban constantemente ambas muñecas produciendo una corriente de malestar y frío que recorrían todo su cuerpo hasta llegar a la espalda, que cada vez sentía más dolorida. Así que, cuando le liberaron de esa sensación, se esbozó una sonrisa en su boca y en sus ojillos medio cerrados. Dada su naturaleza, sólo en un estado febril como en el que se encontraba, pudo resistir algo así, el contacto físico con alguien.
Afortunadamente, la señora Clara actuó con la diligencia que la caracterizó toda la vida: con paciencia y tiempo, y a pesar de las interrupciones de los clientes que reclamaban su café, su cambio, su tostada o su cuenta, consiguió que Clementina le dijera que vivía en el portal número 7 de aquella calle, que vivía en el primer piso letra b, que tenía sus llaves en el bolsillo del abrigo y que sí, que necesitaría ayuda para llegar a su casa.
Así que, envolvieron su cuerpecito en una chaqueta de lana de la señora Clara y Leo, a pasito lento, recorrió junta a ella los escasos doscientos metros que separaban el establecimiento del portal de Clementina. La sujetó con destreza a lo largo de la estrecha escalera hasta llegar a la primera planta y luego, mientras abría la puerta del piso. Sólo estuvo a punto de dejarla caer, cuando accedieron desde el pequeño recibidor al salón de la casa, pero no fue por negligencia o fatiga sino por la impresión que para él, un apasionado de los colores, le produjo el descubrimiento de aquel espacio: un pequeño salón cuyas paredes lucían en tonalidades en azul que simulaban un cielo de una tarde de verano rociado de nubes blancas y esponjosas aquí y allá. El mobiliario estaba compuesto por un sofá cubierto por una colcha color naranja; delante de él, uno palets de obra pintado también en naranja y con un cristal encima hacía de mesa baja. Un poco más allá una pequeña mesa redonda y dos sillitas en color naranja, y en la pared principal un pequeño mueble con baldas y un pequeño televisor del mismo color.
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¡Deseando que llegue la próxima entrega!
ResponderEliminarAdoro a Clementina, recupérala pronto de estas fiebres
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