Los viernes, los clientes que comían en el bar de la señora Clara acudían pasadas las tres de la tarde y alargaban la sobremesa con cafés y licores de hierba. Entre el ruido de la cafetera, se coló la sirena de una ambulancia y luego de otra. Ambas se detuvieron dos portales más allá, justo enfrente del de Clementina, por eso Leo no pudo evitar asomarse a la puerta del bar, eran casi las cinco de la tarde y había cierto trasiego de madres y niños que volvían del colegio y de señoras que tiraban del carro de la compra hacia el mercado. Pero nadie puso mucha atención a las ambulancias: en ese tramo de la avenida vivía mucha gente mayor, así que no era extraño verlas llegar a toda prisa con su escándalo de luces y sirena, dejando un rastro de perros aulladores, y marchar en silencio.
- Leo, que dicen los del taller mecánico, que si no les vas a invitar a una ronda.
- ¿Eh?
- Los del taller, que como es viernes y muchos viernes les invita tu madre…
- Sí, Nata, ponles una ronda.
- ¿Qué ha pasado?
- No sé.
- Oye, Leo.
- Qué.
- Que por qué no te vienes luego conmigo a un concierto.
- No sé, Nata.
Leo continuaba allí apostado en la puerta del bar, sin quitar ojo al portal de Clementina, sin prestar la mínima atención a la voz de su prima.
- Joe, te podías venir. Si te lo vas a pasar guay con mis amigos.
- Ya.
- ¿Oye?
Nata, que no se conformaba con las respuestas vacías de Leo, salió con energía a la calle y se puso enfrente de su primo.
- Leo, ¿te vas a venir, entonces?
- ¡Que no sé, Nata, ya veré cuando recojamos!
En ese momento, cuando Leo ya se disponía a reanudar su trabajo en el interior del bar, se apostó justo detrás de las ambulancias una patrulla de policía. Ahora sí que algunos vecinos empezaban a interesarse por el suceso y se arremolinaban junto al portal o se asomaban por las ventanas aquí y allá. Y justo entonces, cuando ya Leo se disponía definitivamente a abandonar su vigilancia, ella salió del portal, pero no en camilla, no, sino más bien primero azorada y luego con prisa de zafarse de la vista de los viandantes y vecinos curiosos. Clementina se perdió calle abajo.
Leo volvió al otro lado de la barra y mientras colocaba sobre la bandeja los vasos de chupito y la botella de licor, sonrió pensando en Clementina saliendo del portal. Aquella noche, cuando ya estuviera todo el bar recogido, tendría por delante todo el tiempo del mundo y toda la cocina para él. ¿Cuál sería la comida favorita de Clementina?.
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