1.- LA NATURALEZA DE CLEMENTINA:
Para Clementina, por su naturaleza, no era nada fácil asomarse a aquel patio interior. Era como internar su cabecita en un túnel plagado de ojos que seguían sus movimientos, de orejas que auscultaban sus continuos canturreos matutinos. Por eso, tendía su ropa cada miércoles y domingo muy concentrada en su misión, tanto, tanto, que la tensión hacía que apretara una mandíbula con otra y, casi, casi, aguantara la respiración. Camiseta naranja, pinza, pinza, tirar de la cuerda; calcetines mostaza, pinza, pinza, tirar de la cuerda; pantalones color teja, pinza, pinza, tirar de la cuerda... Anhelaba llegar al final del montoncito de ropa húmeda y bien oliente par volver a cerrar la ventana, y con ella, las fauces de las desconocidas fieras que la acechaban.
Clementina saludaba cada día cantando desde las sábanas tibias, pasando por el calorcito a jabón con agua caliente del baño y aún, seguía acompañada por la percusión de los borbotones de agua hirviendo que esperaban al té en la cocina...
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